¿Alguna vez como clientes/pacientes habéis escuchado sobre el vínculo terapéutico? ¿Os han informado de la necesidad de establecer ese vínculo terapéutico para la posterior psicoterapia? En éste artículo vamos a tratar sobre ello.

¿Qué es el vínculo terapéutico?

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Horner (1982) conceptualizó el vínculo terapéutico análogo al vínculo que se establece entre madre e hijo. De manera más simplificada, entendemos que del mismo modo que un hijo y una madre/padre establece una relación biológica y psíquica, aquello que conocemos como vínculo materno/paterno, en psicología y más concretamente, en psicoterapia, se establece un vínculo semejante al descrito anteriormente. Dicho de otras palabras, las personas nacemos para ser personas, es decir, no somos personas (saliendo de la definición propiamente dicha) si no que somos a partir de los vínculos humanos que establecemos entre hijos y padres. Seremos quienes somos ahora, dependiendo de esa relación vinculante entre nuestros semejantes.

Psicoterapeuta y paciente/cliente conforman y debe de conformarse esa relación, ese vínculo terapéutico que se irá estructurando de forma progresiva y gradual. Una posición de roles que constituirá una experiencia reorganizadora. El papel del psicoterapeuta, además de la ayuda y resolución del problema presentado por el paciente, también es promover el descubrimiento, el entendimiento, la aceptación y la búsqueda del sentido del sufrimiento.

Carl Rogers nos dejó una fabulosa frase que nos guía a todos los psicólogos:

Lo que cura es la relación.

 

Si no hay vínculo, no hay éxito psicoterapéutico

En la primera sesión es primordial explicar al paciente de la necesidad del vínculo terapéutico. Si no se da, el objetivo principal que es la cura del problema existente tampoco se dará. El vínculo terapéutico permitirá la exploración psíquica del paciente por parte del psicoterapeuta y de este modo llegar al objetivo prefijado en las primeras sesiones.

Por ello, es común que durante el proceso psicoterapéutico, se presenten relaciones ambivalentes entre psicoterapeuta y paciente. Una relación de amor-odio donde los flujos de información de carácter interno del paciente, son transmitidos al psicoterapeuta. Y dicho flujo de información y de relación vinculante entre ambos elementos, paciente-psicoterapeuta, dará lugar a la resolución del problema presentado por el paciente.

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